El ser humano es bueno por naturaleza

la naturaleza humana es buena y el mal es esencialmente antinatural

A la hora de la verdad -cuando las cosas se complican y las luces se apagan-, ¿somos buenos por naturaleza? Es decir, ¿estamos predispuestos a actuar de forma cooperativa, a ayudar a los demás aunque nos cueste? ¿O somos, en el fondo, criaturas egoístas?

Esta pregunta fundamental sobre la naturaleza humana ha dado pie a un largo debate. La doctrina de Agustín sobre el pecado original proclamaba que todas las personas nacían rotas y egoístas, y que sólo se salvaban mediante el poder de la intervención divina. También Hobbes sostenía que los seres humanos eran salvajemente egocéntricos; sin embargo, sostenía que la salvación no venía de la mano de lo divino, sino del contrato social de la ley civil. Por otro lado, filósofos como Rousseau sostenían que las personas nacían buenas, preocupadas instintivamente por el bienestar de los demás. Más recientemente, estas cuestiones sobre la naturaleza humana -el egoísmo y la cooperación, la deserción y la colaboración- han saltado a la palestra pública gracias a programas de juegos como Survivor y los Balones de Oro del Reino Unido, que ponen a prueba el equilibrio entre el egoísmo y la cooperación enfrentando la fuerza de los vínculos interpersonales con el deseo de obtener grandes sumas de dinero.

3 aspectos de la naturaleza humana

Los filósofos llevan siglos debatiendo si los seres humanos nacen buenos o malos. Aristóteles sostenía que la moral se aprende y que nacemos como “criaturas amorales”, mientras que Sigmund Freud consideraba que los recién nacidos eran una pizarra moral en blanco. Cualquiera que haya leído “El señor de las moscas” esperará que los niños sean sociópatas de pleno derecho que esperan ser liberados de sus grilletes impuestos por los adultos para (alerta de spoiler) iniciar una secta e intentar matarse brutalmente entre ellos.

Quizá las dos opiniones opuestas más famosas sobre este debate sean las de Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau. Hobbes describe a los seres humanos como “desagradables” y “brutos”, que necesitan la sociedad y las reglas para refrenar sus instintos para prosperar; más tarde, Rousseau lo criticó abiertamente, argumentando en cambio que el hombre sería gentil y puro sin la corrupción de la codicia y la desigualdad causadas por el sistema de clases impuesto por nuestra sociedad.

Sin embargo, los estudios de psicología del desarrollo demuestran que puede haber cierto “bien” natural en la humanidad (o, para ser más técnicos, que al menos los niños son capaces de emitir juicios morales a una edad más temprana de lo que se pensaba).

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el ser humano, por naturaleza, es un buen cerebro

En la novela El señor de las moscas, un grupo de jóvenes naufraga en una isla y acaba volviéndose salvajemente contra los demás. El libro es una historia de advertencia sobre la crueldad subyacente de la humanidad y la necesidad de que la civilización domine nuestros impulsos más oscuros, un mensaje que resuena en muchas personas hoy en día.

Pero eso no es lo que le ocurrió a un grupo de náufragos de la vida real en 1965. A diferencia de los personajes ficticios de El Señor de las Moscas, desarrollaron un plan de supervivencia cooperativo, divertido y pacífico que dio lugar a amistades para toda la vida.

El historiador holandés Rutger Bregman relata esta historia en su nuevo libro Humankind, argumentando en contra de la imagen irrazonablemente sombría de la humanidad de El Señor de las Moscas. El mensaje clave del libro de Bregman es que los humanos son básicamente buenos, cuando se les deja a su aire.

Eso no quiere decir que no haya personajes que actúen mal, especialmente si se les anima (o manipula) a hacerlo o cuando están bajo presión. Pero la inmensa mayoría de nosotros nos sentimos felices de trabajar juntos de forma cooperativa”. Esta es la única conclusión posible a partir de las pruebas científicas e históricas.

psicología de la naturaleza humana

Adolf Hitler, que ordenó la ejecución de unos ocho millones de personas y fue responsable de la muerte de muchos millones más, según su secretario Traudl Junge, tenía un carácter agradable, amistoso y paternal. Odiaba la crueldad con los animales: era vegetariano, adoraba a su perro Blondi y se puso inconsolable cuando éste murió.

Durante los dieciocho meses que pasó en la cárcel, José Stalin se mostró siempre asombrosamente tranquilo y nunca gritó ni juró. En efecto, era un modelo de caballero-preso, no obviamente el tipo de persona que más tarde aniquilaría a millones de personas por conveniencia política.

Como los hombres seriamente malvados pueden tener un lado amable, dudamos en empatizar con su bondad por miedo a parecer que racionalizan o excusan sus crímenes. Sin embargo, estos hombres nos recuerdan un hecho curioso sobre nuestra especie. No sólo somos los animales más inteligentes. También tenemos una rara y desconcertante combinación de tendencias morales. Podemos ser la especie más desagradable y también la más amable.

Y, sin embargo, la mayoría de las veces hacemos cosas maravillosas que son todo lo contrario a “la tontería, la crueldad y la superstición”, ya que dependen de la razón, la bondad y la cooperación. Las maravillas tecnológicas y culturales que distinguen a nuestra especie son posibles gracias a estas cualidades, en combinación con nuestra inteligencia. Los ejemplos de Coward siguen resonando: Estos 7 nuevos libros le recordarán que la vida es increíble

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