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De donde procede el calor interno de la tierra
El calor interno de la tierra proviene de dos fuentes principales
Hay tres fuentes principales de calor en las profundidades de la Tierra: (1) el calor de cuando se formó el planeta y se acrecentó, que aún no se ha perdido; (2) el calentamiento por fricción, causado por el material más denso del núcleo que se hunde hacia el centro del planeta; y (3) el calor procedente de la desintegración de elementos radiactivos.
El calor tarda bastante tiempo en salir de la Tierra. Esto ocurre tanto por el transporte “convectivo” del calor dentro del núcleo externo líquido de la Tierra y el manto sólido como por el transporte “conductivo” más lento del calor a través de las capas límite no convectivas, como las placas de la Tierra en la superficie. Como resultado, se ha retenido gran parte del calor primordial del planeta, de cuando la Tierra se acrecentó y desarrolló su núcleo.
La cantidad de calor que puede surgir a través de simples procesos de acreción, juntando pequeños cuerpos para formar la proto-tierra, es grande: del orden de 10.000 kelvins (unos 18.000 grados Farhenheit). La cuestión crucial es saber qué parte de esa energía se depositó en la Tierra en crecimiento y qué parte se irradió al espacio. De hecho, la idea actualmente aceptada sobre cómo se formó la luna implica el impacto o la acreción de un objeto del tamaño de Marte con la proto-tierra o por ella. Cuando dos objetos de este tamaño chocan, se generan grandes cantidades de calor, del que se retiene bastante. Este único episodio podría haber fundido en gran medida los últimos miles de kilómetros del planeta.
Cómo viaja el calor del interior a la superficie terrestre
Mapa global del flujo de calor, en mW/m2, desde el interior de la Tierra hacia la superficie.[1] Los mayores valores de flujo de calor coinciden con las dorsales oceánicas medias, y los menores valores de flujo de calor se dan en los interiores continentales estables.
El balance térmico interno de la Tierra es fundamental para la historia térmica de la Tierra. El flujo de calor desde el interior de la Tierra hacia la superficie se estima en 47±2 teravatios (TW)[1] y procede de dos fuentes principales en cantidades aproximadamente iguales: el calor radiogénico producido por la desintegración radiactiva de isótopos en el manto y la corteza, y el calor primordial sobrante de la formación de la Tierra[2].
El calor interno de la Tierra impulsa la mayor parte de los procesos geológicos[3] y hace funcionar las placas tectónicas[2]. A pesar de su importancia geológica, esta energía calorífica procedente del interior de la Tierra es en realidad sólo el 0,03% del presupuesto energético total de la Tierra en la superficie, que está dominado por 173.000 TW de radiación solar entrante[4] La insolación que finalmente, tras la reflexión, llega a la superficie sólo penetra varias decenas de centímetros en el ciclo diario y sólo varias decenas de metros en el ciclo anual. Esto hace que la radiación solar sea mínimamente relevante para los procesos internos[5].
El calor del interior de la tierra se denomina
Mapa global del flujo de calor, en mW/m2, del interior de la Tierra a la superficie[1] Los mayores valores de flujo de calor coinciden con las dorsales oceánicas medias, y los menores valores de flujo de calor se dan en los interiores continentales estables.
El balance térmico interno de la Tierra es fundamental para la historia térmica de la Tierra. El flujo de calor desde el interior de la Tierra hacia la superficie se estima en 47±2 teravatios (TW)[1] y procede de dos fuentes principales en cantidades aproximadamente iguales: el calor radiogénico producido por la desintegración radiactiva de isótopos en el manto y la corteza, y el calor primordial sobrante de la formación de la Tierra[2].
El calor interno de la Tierra impulsa la mayor parte de los procesos geológicos[3] y hace funcionar las placas tectónicas[2]. A pesar de su importancia geológica, esta energía calorífica procedente del interior de la Tierra es en realidad sólo el 0,03% del presupuesto energético total de la Tierra en la superficie, que está dominado por 173.000 TW de radiación solar entrante[4] La insolación que finalmente, tras la reflexión, llega a la superficie sólo penetra varias decenas de centímetros en el ciclo diario y sólo varias decenas de metros en el ciclo anual. Esto hace que la radiación solar sea mínimamente relevante para los procesos internos[5].
Cómo se redistribuye el calor interno de la tierra
La Tierra es una máquina de calor. Se mantiene geológicamente y biológicamente activa, y evoluciona, porque hay dos grandes fuentes de energía. Una de ellas procede del núcleo fundido de la Tierra (que impulsa la geología), y la otra del Sol (que impulsa la vida y la atmósfera). Sin embargo, teniendo en cuenta que el sistema solar comenzó como una nube de gas y polvo que estaba cerca del cero absoluto, podríamos preguntarnos de dónde procede el calor interno de la Tierra para impulsar la tectónica de placas. El problema es más desconcertante cuando nos damos cuenta de que prácticamente todos los demás cuerpos planetarios del sistema solar (incluidas algunas lunas que son más grandes que algunos planetas) están geológicamente muertos (no tienen calor interno propio). Del mismo modo, la Tierra es el único cuerpo planetario que conocemos en la actualidad que también está biológicamente vivo.
Puede que la Tierra se haya formado hace más de 4.500 millones de años, pero todavía se está enfriando. Un nuevo estudio revela que sólo la mitad del calor interno de nuestro planeta procede de la radiactividad natural. El resto es el calor primordial que quedó cuando la Tierra se formó a partir de una bola caliente de gas, polvo y otros materiales. Itaru Shimizu, físico de partículas de la Universidad de Tohoku, en Sendai (Japón), y sus colegas utilizaron geoneutrinos -partículas producidas de diversas maneras, especialmente durante ciertos tipos de desintegración radiactiva- para estimar de forma más directa la cantidad de calor radiogénico producido en el interior de la Tierra.