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Que es el reino de dios para los catolicos
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San Marcos nos anuncia el comienzo de la vida pública de nuestro Señor con estas palabras “Después de la entrega de Juan, Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio del Reino de Dios y diciendo: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en el Evangelio”” (Mc 1,14).
San Mateo resume toda la enseñanza de nuestro Señor en las palabras: “predicar el Evangelio del Reino” (Mt 4,23), y el propio Señor, según San Lucas, describe éste como el objeto de su misión: “También a otras ciudades debo predicar el reino de Dios, porque para esto he sido enviado” (Lc 4, 43).
La buena nueva del reino de Dios fue el punto de partida y el centro de toda la vida pública de nuestro Señor. Fue enviado a anunciar este reino, a inducir a los hombres, mediante sus milagros, a creer en su evangelio, y a unir a todos los fieles en este nuevo reino.
Aunque el término específico “reino de Dios” es raro en el Antiguo Testamento, la idea que subyace a este término se encuentra en todas partes: Yahvé, nuestro Dios, es Rey y Señor eterno por los siglos de los siglos. Lo encontramos especialmente en los Salmos y en los profetas.
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El reino de Dios está dentro de ti (en ruso anterior a la reforma: Царство Божіе внутри васъ; en ruso posterior a la reforma: Царство Божие внутри вас, tr. Tsárstvo Bózhiye vnutrí vas) es un libro de no ficción escrito por León Tolstoi. El libro, un tratado filosófico anarquista cristiano, se publicó por primera vez en Alemania en 1894, después de haber sido prohibido en su país natal, Rusia[1]. Es la culminación de 30 años de pensamiento de Tolstoi, y expone una nueva organización de la sociedad basada en una interpretación del cristianismo centrada en el amor universal.
El título del libro tiene su origen en Lucas 17:21. En el libro, Tolstoi habla del principio de la resistencia no violenta frente a la violencia, tal y como lo enseñó Jesucristo. Cuando Cristo dice que hay que poner la otra mejilla, Tolstoi afirma que Cristo se refiere a abolir la violencia, incluso la de tipo defensivo, y a renunciar a la venganza. Tolstoi rechaza la interpretación de los eruditos romanos y medievales que intentaban limitar su alcance.
Tolstoi se inspiró en gran medida en los escritos de los anarquistas cristianos estadounidenses Adin Ballou y William Lloyd Garrison, que también compartían su punto de vista de que todos los gobiernos que hacen la guerra son una afrenta al Nuevo Testamento y a la ética cristiana. Tolstoi analiza ampliamente los textos y las biografías de Ballou y Garrison en el libro, incluyendo un extracto completo del Catecismo de la no resistencia de Ballou (publicado originalmente en 1844). Como la Iglesia Ortodoxa Rusa era en aquel momento una organización fusionada con el Estado ruso que apoyaba plenamente las políticas del Estado, Tolstoi trató de separar sus enseñanzas de lo que él creía que era el verdadero evangelio de Cristo, concretamente el Sermón de la Montaña.
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La frase “Reino de Dios” (también “Reino de los Cielos” o “Reino de la Luz”) aparece más de 80 veces en el Nuevo Testamento. La mayoría de estas referencias aparecen en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Aunque el término exacto no se encuentra en el Antiguo Testamento, la existencia del Reino de Dios se expresa de forma similar en el Antiguo Testamento.
El tema central de la predicación de Jesucristo era el Reino de Dios. Pero, ¿qué significa esta frase? ¿Es el reino de Dios un lugar físico o una realidad espiritual presente? ¿Quiénes son los sujetos de este reino? ¿Y el reino de Dios existe ahora o sólo en el futuro? Busquemos en la Biblia las respuestas a estas preguntas.
El Reino de Dios es el reino en el que Dios reina de forma suprema, y Jesucristo es el Rey. En este reino se reconoce la autoridad de Dios y se obedece su voluntad. El concepto de un Reino de Dios no es principalmente uno de espacio, territorio o política, como en un reino nacional, sino más bien uno de gobierno real, reinado y control soberano.
Ron Rhodes, profesor de teología en el Seminario Teológico de Dallas, ofrece esta pequeña definición del Reino de Dios: “…el presente reino espiritual de Dios sobre su pueblo (Colosenses 1:13) y el futuro reino de Jesús en el reino milenario (Apocalipsis 20)”.
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El domingo pasado y este domingo, el Señor habló en el Evangelio en parábolas sobre el Reino de Dios. San Juan Pablo II explicó qué es el Reino de Dios y su relación con la Iglesia en su encíclica Redemptoris Missio.
El Reino de Dios está destinado a toda la humanidad, y todos los hombres están llamados a ser miembros de él. Para subrayar este hecho, Jesús se acercó especialmente a los marginados de la sociedad, y les mostró un favor especial al anunciar la Buena Nueva. Al principio de su ministerio proclamó que había sido “ungido… para anunciar la buena noticia a los pobres”. A todos los que son víctimas del rechazo y el desprecio, Jesús les declara “Dichosos los pobres”. Además, hace que esas personas experimenten la liberación incluso ahora, estando cerca de ellas, yendo a comer a sus casas, tratándolas como iguales y amigas, y haciéndolas sentir amadas por Dios, revelando así su tierna atención a los necesitados y a los pecadores.
La liberación y la salvación que trae el reino de Dios llegan a la persona humana tanto en su dimensión física como en la espiritual. Dos gestos son característicos de la misión de Jesús: curar y perdonar. Las numerosas curaciones de Jesús muestran claramente su gran compasión ante la angustia humana, pero también significan que en el reino ya no habrá enfermedad ni sufrimiento, y que su misión, desde el principio, está destinada a liberar a las personas de estos males. A los ojos de Jesús, las curaciones son también un signo de salvación espiritual, es decir, de liberación del pecado. Al realizar actos de curación, invita a la gente a la fe, a la conversión y al deseo de perdón. Una vez que hay fe, la curación es un estímulo para ir más allá: conduce a la salvación. Los actos de liberación de la posesión demoníaca -el mal supremo y símbolo del pecado y la rebelión contra Dios- son signos de que, efectivamente, “el reino de Dios ha llegado a vosotros”.