La travesía del desierto de Leticia Ortiz – Noticia – Opinión – Diario Baena

Han pasado cuatro años desde que Leticia Ortiz le diera el “sí quiero” al Príncipe de Asturias, aquel lluvioso 22 de mayo del 2004. Cuatro largos años que han debido parecerle una eternidad por la cantidad de cosas que le han pasado. Algunas tan dolorosas como la muerte de su hermana Erika, y otras tan felices como pueden ser sus embarazos, el nacimiento de sus hijas, sus viajes, o sus festejos familiares, y a las que ha tenido que hacer frente, estando como esta, expuesta en el escaparate de la fama. Algo que le ha costado mucho asumir, porque si bien es cierto que en ninguna Universidad enseñan a poner buena cara cuando a quién tienes delante es la misma persona que te crítica por llevar el pelo ondulado, también lo es, que la critica va implícita en el cargo que desempeña en la actualidad. Una situación que debe asumir porque esas son las reglas del juego. Si hay algo que no perdona la gente es que la familia real se crea por encima del bien y del mal, o no sepan salir airosos de una situación difícil. Prueba de ello es cómo se valoró de bien, que después del funeral por su hermana, se acercase a los periodistas para agradecerles el comportamiento que habían tenido durante unas jornadas tan dramáticas para ella y su familia.

Convertirse en Princesa de Asturias, lleva implícito algunas cosas buenas, muchísimas, pero también una buena dosis de sacrificio. El mayor, no poder expresar en público sus sentimientos y sus emociones, pero le queda el consuelo de que el tiempo se está encargando de poner las cosas en su sitio, y hoy a Leticia Ortiz, se le quiere y se le respeta porque no ha cometido equivocaciones que no sean subsanables. Y porque el tiempo le ha hecho más sabía, más comedida, aunque haya perdido lo que para mí era una de sus mayores cualidades, la espontaneidad de que hizo gala cuando mandó callar al Príncipe, porque este la interrumpió cuando estaba hablando de las cualidades de la Reina Sofía.

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Dicen que la Reina es la persona que más le ha ayudado en estos años de travesía del desierto, quizá porque nadie como ella sabe, lo difícil que es que la gente reconozca tus méritos, en un país donde el deporte nacional es ningunear a todo aquel que consigue auparse en el podium de la popularidad. Volar sola, tener agenda propia, y no estar en el ojo del huracán día sí y día también, era un reto para la Princesa de Asturias. Un reto que va solventando con bastante éxito.

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